miércoles, 16 de junio de 2010

Sobre el triste mundo en el que vivimos

Porque nada mueve más que el fútbol. En casa nadie se llama español, nadie camina con la cabeza alta orgulloso de donde es y de donde viene, y menos aún nadie saca la bandera o será un facha. Pero luego todos nos unimos por un juego en el que unos cuantos van detrás del balón a ver si cuela en aquella red. Y de repente todos celebramos juntos, bailamos y brindamos lo que haga falta y donde sea. Volveremos a casa y cada uno mirará por lo suyo y será cualquier cosa antes que español.

Por no hablar de los millones de millones de no sé que clase de moneda valdrá más en este momento, que mueve esta clase de deporte según lo llaman. Por esto lo damos todo y pagamos lo que haga falta. Y nos parece normal las millonadas innombrables que cobran estos y aquellos porque "la gente está dispuesta a pagarlo" y "es un negocio como otro cualquiera". En realidad, y miente quien diga lo contrario, hace tiempo que esto dejó de ser un deporte para convertirse en un circo de estrellas.

Días podemos pasarnos hablando de la jugada de aquél y del balonazo de éste, de lo bien que le queda la camiseta al otro y de cómo se le marcó el culo al de más allá cuando cayó de aquella forma. Todo en el mismo periódico en el que el último Premio Nobel ocupa cinco líneas de no sé qué página escondida. Por no hablar de la muerte de promotores de grandes causas de los que nos hemos olvidado al día siguiente. O del investigador que dé con la vacuna contra el Sida.

Resulta demasiado vergonzoso para en voz alta decir que esa gente que se dedica a salvar vidas, a luchar por las de los demás a veces tenga que salir de su país solamente para que le permitan trabajar y del otro lado tengamos a señores que podrían jubilarse desde el segundo día en el que empezaron a jugar y aún podrían mantener a medio país. Pero es peor aún que nadie lo reconozca, que el juego continúe y que todos estemos dispuestos a mantenerlo. Porque lo siento, pero es de todo menos de coña, que un empresario chino contrate a mil actores para animar a Korea en vivo y en directo porque no hay visados suficientes para que viajen los que quieran y por supuesto, a ver quién puede pagárselo.

Habrá quien me llame aguafiestas, quien diga que por una vez... que esto es diferente o especial, que si voy de defensora de las causas justas o de qué guindo me he caído. Quizá sea todo mucho más sencillo que eso: vivimos en un mundo en el que el consumismo, los cheques en los que no caben los ceros, el márketing, la publicidad y todo lo que lleve dinero y más dinero es lo que se mueve. Y si para ello tenemos que colarnos en el rebaño y que nos lleven, ni nos damos cuenta ni nos importa. Al fin y al cabo, ganó mi equipo.

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