lunes, 10 de mayo de 2010

Revolución primaveral


Todo está permitido. Los unos con los otros, los otros con los unos y quizá los demás allá también. Juventud, alcohol, fête, Erasmus... ¿por qué no? Un suelo movedizo que arma baches con las que tropezarse, una casa en mudanza en un intento de arreglarlo y una raja difícilmente disimulable consecuencia de un grupo de obreros sin permiso. Un accidente casero consecuencia de un tropezón en la búsqueda de un sándwich = empeine azul y deditos aplastados. Conocido comúnmente como esguince. Y una barbacoa perdida, y una fête como pocas días antes... un finde de lo más variopinto vamos.

En los próximos tiempos esperan largas sesiones de estudio, de reposo y de calma y tranquilidad. A falta de menos de dos meses de lo que declararemos oficialmente como verano, se avecina una temporada de encierro monacal entre hojas, libros y apuntes. Bienvenida sea. Quizá así las cosas se calmen un poco... Una, que no es de esta pasta y se pierde en toda esta fiebre primaveral.

Definitivamente, el estado de shock es absolutamente inútil. Vengo de aprenderlo cuando realmente no tengo nada que decir en la mitad de las situaciones que hacen que mi expresión sea esa. Ahora es cuestión de desecharlo de mi lista de gestos. ¿Aprovechamiento? ¿Error? ¿Qué más da? Tan sencillo como conceptos diferentes.

Lo mío es más el sentimentalismo del que intento deshacerme últimamente aunque a veces en el rememorandum de fotos, o fêtes como la del otro día sea inevitable que ciertas cosas regresen... Pero ya se sabe, es como aquello de lo que en la noche ocurre, en la noche se queda. Aquí ocurre lo mismo. Lo que este pueblo vea en él se quedará. Y en él toda la gente, recuerdos, lugares y momentos. Un capítulo más.

Lo dicho: sonríe y sé feliz! (es lo más sencillo, dicen).

No hay comentarios:

Publicar un comentario