Una ciudad blanca, esponjosa y llena de huellas en el suelo. Un frío de los que se calan en los huesos y dejan las articulaciones completamente insensibles. Retrasos en trenes y vuelos. Adiós a todo el mundo... y palabras y frases que quieres decir pero que te ahorras porque dolerían. Porque no es lo mismo "bonnes fêtes" que su traducción en castellano. No es igual Nöel que Navidad. Y no le puedo desear a nadie lo que ni siquiera tengo yo. Lo siento.
Suenan de fondo los títulos finales de Mar Adentro...
Y hoy, querido diario, no tengo inspiración para ti. Solos tú y yo en este cuarto. En esta casa. Mañana yo tampoco estaré aquí. Uno a uno, todos cogemos nuestro avión y regresamos a casa. Aunque sin ti, yo no vuelvo a casa. ¿Que qué haría si pudiera? Perdón, si pudiera no, si me diera un vuelco el corazón al llegar. Echar a correr nada más bajar del avión, plantarme en tu casa, aporrear el timbre, darte la mayor sorpresa de tu vida y no separarme de ti nunca más. Nunca. Para eso se me tiene que entrecortar la respiración al llegar. ¿Tú qué crees diario?
Y hablar sin parar, y que me sonrías mientras me escuchas, y cogerte de la mano y caminar así por la calle, y mirarnos a los ojos sin decir nada, y no soltarnos nunca, y despertarme a tu lado, y regalarte noséqué por Navidad pero que te encante, y gritar a los cuatro vientos que te quiero, y que me cojas por la cintura por detrás, y sonreírle a la cámara para que capte esos momentos que no queremos olvidar, y comprarte billetes sorpresa, y que me mires como sólo tú sabes hacerlo, y cenar sushi, y decir que tengo toda la vida para ti.
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