Es la segunda vez que te escribo desde aquí. De hecho casi la única persona que se lee en este rincón. Pero esta vez con un sabor agridulce... el de que estás ahí pero un cristal nos separa. Como si no pudiera oírte. Nos cruzamos y no nos miramos. O nos evitamos. Y no me reconozco. O no nos reconozco. Tampoco hemos vivido tantas cosas pero el pequeño puñado que hemos tenido... han sido especiales.
Nunca conocí a nadie que cupiera en una maleta. Bueno, en realidad, nadie lo intentó delante de mí. No recuerdo tampoco alguien de quien admirara cosas que me gustaría robarle. Ni alguien que bailara haciendo piruetas. O que me obligase a quedarme con el/ella media noche porque quiere aprender un idioma a las 3 de la mañana sin darse cuenta de las intenciones de la otra persona. O sí pero el nivel de alcoholismo no le permite pensar con claridad.
Y de repente, como un traspiés del destino. ¿Podríamos llamarlo así? ¿La situación equivocada con los personajes equivocados en el momento equivocado? ¿Mi capacidad para creer en los demás, mi capacidad de "olvido" de los malos detalles que se vuelven relativos y sin querer me hacen perdonar? Quizá no mereciera la pena desde el principio... quizá hemos juzgado sin saber, quizá no hemos ofrecido explicaciones, quizá no nos hemos molestado en intentarlo, tantas preguntas y ninguna respuesta...
Qué pena que esto sea un punto y final y no seguido. Que según nos miramos no tenga remedio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario